lunes, 9 de junio de 2008

Fin de semana completito

Desde el jueves por la noche tengo visita. Han venido Tiki y Noelia y hay que apurar, ya que solo van a quedarse cinco días.


Por eso, el viernes en cuanto salimos del trabajo nos fuimos a comer pollito asado, tostones y arroz con frijoles y rápidamente nos pusimos en camino hacia Viñales.

No estábamos solos, nos acompañaban las otras dos Marías y dos amigas suyas -tremendos fichajes-, Marta y Mar.

Carretera y manta.

Llegamos al atardecer al Valle de Viñales, precioso lugar a cualquier hora del día, pero un poquito más especial si cabe al atardecer. Tuvimos la suerte de llegar a la puesta de sol, así que nos pedimos una Bucanero y brindamos al calor y al color de semejante estampa. Llegó la noche, fuimos a cenar, risas y cachondeo y después unos bailecitos para no olvidar que estamos en el país del son y la salsa. Por supuesto, no pudo faltar el reggaeton cubano, del que las Tres Marías podemos considerarnos ya auténticas y apasionadas fans: ¡nos sabemos todos los estribillos!

Hicimos noche en un hotel encantador. Pequeños bungalows y casitas mimetizados con un entorno de vegetación exuberante, verde, enorme, preciosa, junto a la famosa Cueva del Indio.
No faltó el despertador natural: un par de gallos tocapelotas que a las 6 de la mañana empezaron con el recital en la mismita puerta del bungalow -solo les faltó llamar al timbre a los jodíos- en el que yo dormía felizmente con Marta(también denominada Malta). Tras diez minutos de serenata, cual energúmenas, en paños menores y armadas con lo que encontramos en el suelo, salimos decididas en busca de los adorables animalitos dispuestas a hacer un guiso de pollo… No se preocupen, que finalmente las aves cantarinas salieron victoriosas e ilesas de la batalla. Tras la aventura animal, desayunamos y nos montamos en los carros con rumbo a Cayo Jutías (Jutía= rata gigante -giganteeeee-). Por el camino hicimos parada obligada en el Mural de la Prehistoria (que no prehistórico, para decepción de algunos que esperaban encontrarse con las cuevas de Altamira cubanas).
El viaje hasta el cayo, unos 50 kilómetros de carretera estrecha y no muy buena, transcurre entre enormes palmeras, praderas de un verde intenso, pinos, ceibas, campos de maíz (aún no está sembrado el tabaco) y un montón de estampas auténticamente cubanas.

Para acceder al Cayo Jutías, hay que hacer uso de un pedraplén, que si bien no es tan largo como el de Cayo Santa María, sí es quizá más bonito, ya que es más corto y más estrecho y da la sensación de ser más “natural” (todo lo natural que puede ser un camino de piedra y alquitrán).
Lo bueno de esta pequeña islita es que no tiene ningún hotel ni construcciones similares.
Sólo un ranchón en el que comer (no muy bien, por cierto) y un bar para que no falte la Bucanero.
Allí estuvimos disfrutando de la playa, de arena finita y blanca, de un agua verde azulada y de un sol aparentemente inocente.
Resultado: ciertos cuerpos de color rojorubí o coloraocangrejil y Ays! Uys! Jolinesporquénomehabréchaomáscrema.

Aún nos quedaba la mitad del fin de semana (esto quiere decir que sigo, jeje), así que de nuevo cogimos carretera con rumbo a las Terrazas, un paraje Reserva de la Biosfera que han sabido convertir en un centro turístico con mucho acierto.
Sin enrollarme, sólo decir que el entonces (años 60) ministro de Turismo, Osmany Cienfuegos, decidió proponer a los guajiros que vivían esparcidos por la Sierra del Rosario crear una Comunidad dedicada a los servicios turísticos en la zona. A aquellos que quisieron sumarse al proyecto, se les ofreció casa y un trabajo y así se construyó, por ellos mismos, un pueblo surgido de la nada, un hotel y varias instalaciones turísticas en un lugar digno de visitar.
Dicen que incluso al construir el hotel no cortaron ni un solo árbol en el lugar y es por ello que en el lobby y algunas habitaciones atraviesan los techos enormes ramas de árboles majestuosos. No se si será verdad que no se taló ninguno, parece difícil, pero yo sí diría que todo está hecho con mucho respeto al entorno y que es un lugar que te permite sentirte en contacto pleno con la Naturaleza.
Este medio, un restaurante vegetariano y ecológico de 10, mucho buen rollo y un poquito de marchita por la noche y no tuvimos más remedio que pasárnoslo como enanos (para mí eso es fácil, jeje) y disfrutar (cómo me gusta esta palabra…) de muchos buenos momentos.

Como el fin de semana estaba siendo estupendo, lo quisimos alargar desesperadamente, así que de nuevo al carro, de nuevo carretera y para La Habana, que María nos esperaba con su fiesta de cumpleaños. Bucanero, Cristal, mojito, empanada, bocaditos de jamón y queso, charla, qué tal el finde, muy bien y el tuyo, los chicos con su guitarra y sus voces impresionantes, un poema dedicado con deseos para María, que nos pone a todos los pelos de punta, risas, cante jondo, baile flamenco, Carlota, una “presi” nada seria, más risas, puyapacápuyapayá, el güevito y el cojonsito, el pollopiña presidiendo la mesa y la 1.30 de la madrugada… vámonos, que mañana hay que madrugar.

Yo creo que deberían alargar un par de días los fines de semana ¿no?

4 comentarios:

Maripollopiña dijo...

Pero que buena eres "güevito"... la verdat es que otra cosa pero sufrir hemos sufrido mogollón eh??? (sobre todo Tiki!!!)

Anónimo dijo...

pero pobre tiki, como puede estar tan rojisimo!!!!!eso si Noelia vendrá negrisima a la boda!!!se puede ser mas puta???
ANITA

Anónimo dijo...

TIA QUE ENVIDIA ME DASSSSSSSSSSSS, YO TAMBIEN QUIERO IR A VERTE COMO NOELIA.
UN BESITO Y DISFRUTAR A TOPE
ROCIO

Ignacio dijo...

Esa playa bueeeenaaaaa!!!! Como so lo pasáis, vas a volver como un tizón!!!!

Beeesos!!!

(chica, se va unos unos días y te pones a escribir a tope!!!)