martes, 2 de septiembre de 2008

Fin de semana... original...


El viernes todo el mundo estaba pendiente de lo que haría Gustav. Las informaciones se iban sucediendo más o menos iguales entre las distintas fuentes. Lo que sabíamos es que pasaría por Cuba, posiblemente por las provincias más occidentales, que iba creciendo su fuerza y que ya era un huracán de fuerza 4 (eso debe de ser la leche) y que el fin de semana no iba a ser de callejeo.

La fiesta en la playa se suspendió, porque aquello se iba acercando cada vez más. Celebramos nuestra fiesta particular en casa de Mila y Fito,




pedimos unas “cajitas” en el chamizo de al lado



y nos dispusimos a comer unas hamburguesas con arroz. Bien es sabido que a las hamburguesas, normalmente, se les echa un poco de harina para que alcancen una compostura más o menos estable. Pues bien, estas hamburguesas no habían visto pasar la carne ni de lejos. A masticar se ha dicho y a tragar si se puede…




Con el estómago lleno (o al menos esa era la sensación, ¡buen truco para matar el hambre!), nos fuimos a tomar unos roncitos al Malecón, pues el día siguiente habría que pasarlo en casa.



Despertamos el sábado y lo primero fue llevar los carros a buen recaudo. En el garaje no se podían quedar, pues corría riesgo de inundarse. Así que, uno para tu casa, otro para la mía, otro para la de Ale. ¡Dale, que empieza a jarrear! En el camino ya pudimos ver cómo las calles empezaban a inundarse y cómo ya algunos árboles(matas, como dicen aquí) empezaban a soltar sus ramas al aire, castigados pro un viento cada vez más fuerte.

En casa, las chicas preparon todo para que no faltase de nada. Bien de agua y cervecita en la nevera, jeje, y latas y latas (bendito Corte Inglés) pa “porsi”. Primero la clásica cruz en los ventanales para que la tensión sea más uniforme y no revienten.

Segundo, dejar todas las persianas bajadas. Tercero, sacar todo elemento susceptible de volar de la terraza. Cuarto, preparación psicológica. Quinto, a esperar…

Por suerte, por La Habana sólo pasó de lejos, pues un ojo de 40 Km y un diámetro total de 450, todo ello con rachas de hasta 350 Km por hora, la puede preparar muy gorda. Y eso es lo que pasó en Pinar del Río y la Isla de la Juventud. En La Habana sólo evacuaciones preventivas(me quito el sombrero por la organisasión, muchos países deberían aprender de este en estas situaciones), algunos árboles caídos, algunos techos por los aires y cortes de unas 24 horas en el suministro de luz y gas.

Nosotros nos enteramos de bien poco, porque en casa de las niñas (que fue nuestro fuerte), hay tremendo generador y pudimos ver pelis, seguir el parte meteorológico (que nos informó de que ¡sí! También los estates tienen la culpa del huracán)


, jugar al cuadrado y al cinquillo, picarse jugando al cinquillo y sobretodo al cuadrado, jugar a las pelis y hasta cantar canciones, jeje



El grupillo resistente formado por Ana, Zai, Yoján, Yainier, Agnay y yo, no lo pasó nada mal.



A mí lo que más me impresionó de esta nueva experiencia fue la velocidad a la que pasaban las nubes, las calles semivacías y el ambiente enrarecido, misterioso con ese cielo encapotado y ese silencio artificial en el ambiente… la tensión, vamos.



Una experiencia más.

Y al día siguiente, tremendo regalo del mar



(y horas más tarde a la búsqueda y captura de una matiné, como locos tras día y medio de encierro y por fin, como no, nos dimos un chapuzón con las olas del Malecón, para acabar bien el fin de semana…)

1 comentario:

Ignacio dijo...

Bueno, pues me alegra ver que finalmente no ha pasado nada. :)

Por cierto, que me encantan las casas por dentro llenas de colores!!!

Bss!